lunes, 27 de diciembre de 2010

El sonido que atraviesa el cuerpo, desprendido de las palabras de Deleuze y Guattari

Desde la fundación de los tiempos el ser humano ha buscado la manera de expresar sus sensaciones y sentimientos más profundos, esos que lo llevan a escapar de esta realidad, esos que no se comprenden, si no que solo se cargan y se aprenden a guardar en lo más profundo y polvoriento de nuestro corazón. Es así que ha encontrado diversas formas de enfrentarse a estos inusuales acontecimientos internos, mediante expresiones como el dibujo, la pintura, escultura, y para mí el más llamativo de todos y el que me convoca a escribir en esta ocasión… me refiero a la expresión musical, en todas y cada una de sus variantes. Desde los cantos ceremoniales de las tribus indígenas, pasando por la expresión de dolor de los afroamericanos en tiempos de esclavitud, y hasta las distintas versiones de la música, desde la prehistoria y a través de movimientos como el canto gregoriano, el renacimiento, el barroco, el romanticismo, etc, hasta la modernidad junto con todas sus más variadas líneas.

Estamos regidos desde el momento de nuestra concepción por la ritmicidad de la sonoridad, desde la secuencia de divisiones que presenta el cigoto, pasando por los sonidos de nuestro sistema circulatorio, estomacal, y hasta todos aquellos que provienen desde el exterior, fuera del vientre; las voces, los gritos, los ruidos. Tal poder posee la sonoridad que además es capaz de traspasar la piel y alcanzar a los nonatos, que aún en el útero se vuelven cuerpos rimbombantes con el sonido externo, con el sonido interno, y con las infinitas combinaciones de vibraciones de ambos, y con esas que van más allá del cuerpo de la madre. Es más, somos capaces de percibir todo aquello cuando con suerte logramos entender que somos un cuerpo. De alguna manera ese entramado de vibraciones que se conectan unas con otras, en el caso de la madre y el bebé, producen una relación inmediata y sobrenatural de alguna forma, ya que en los primeros tiempos de la gestación lo primero que se desarrolla en nosotros es el sistema nervioso o por lo menos una suerte de este y por lo tanto debemos estar preparados para sentir.

Es un poco particular si nos ponemos a pensar, que el cuerpo se rige por todo tipo de ritmos, ritmos circadianos que regulan el sueño, el corazón posee un ritmo propio con variaciones que son señales de estados físicos, agitamiento, bajas de pulsación etc.

Cómo ha sido posible que hallamos pasado por alto que las vibraciones del universo son algo primordial en nuestra percepción del mundo y de nosotros mismos, y que nos permiten entender desde un primer momento, o por lo menos reconocer que constituimos un algo, que nos permite aparecer en el mundo, dejamos de ser nada en un algo indeterminado, antes que el Edipo de Freud o que el estadio del espejo en Lacán, y que nos entrega mucho más y de manera anterior, que las transformaciones de la sonoridad nos inspiran como seres humanos, y que la música como tal nos representa más allá de lo que pensamos. En el sentido de que yo veo la vida del ser humano como un sonido que viaja por el aire, un sonido resultado de una vibración, que poco a poco alcanza su máximo apogeo, pero que en cada una de sus variaciones, rebotes y rimbombancias se va extinguiendo hasta que ya no es percibible como sonido, no queda más que el solo eco de lo que fue, o del lugar que ocupo en el espacio, la huella de todo por lo cual paso o atravesó y que transformó a su vez, y que eso que dejó de ser de alguna manera al mismo tiempo se transforma en un efecto que se extiende y que vuelve a chocar con los cuerpos, o con aquellos que dejaron de ser cuerpos para transformarse en algo más, en eso en lo que el sonido y la vibración se han vuelto, en la energía que nos constituye a cada uno como humanos, como individuos, como conectores, a ese “yo” que creemos reconocer cada mañana, y que al igual que la onda sonora o más bien la línea sonora, esta constantemente chocando y encontrándose con otros cuerpos o energías, otras líneas, otras ondas que se encuentran en su mismo estado, y gracias a los cuales toma decisiones y se desenvuelve en una gama de posibilidades que le permiten mantener su existencia en el tiempo y espacio.

Cuánta importancia le hemos otorgado a lo visual durante todo el tiempo de desarrollo científico, creyendo que a través del ojo se vislumbra todo. Sin embargo, de pronto nos encontramos con el enorme desafío de lo psíquico, de eso que sabemos que está pero que no podemos ver, ni tocar, como hemos podido siquiera pensar que este terreno es algo de lo que podemos conocer cuando todo lo que pretendemos es verlo, y eso creo que es algo bastante difícil, tan difícil como asegurar que quien estoy mirando en el espejo del baño cada mañana soy yo. Por que si lo pensamos detenidamente, el espacio creativo del ser humano se desarrolla con todas las formas de expresión, ya sea lo visual o lo sonoro, pero sin duda es nuevamente la sonoridad la que más efectos produce sobre nuestras mentes, nuestras conciencias, etc., y es por que de alguna forma la música, los sonidos, este cuerpo no cuerpo inalcanzable, irretenible me suena repetidamente en ritornelo al objeto, a ese objeto de deseo que perseguimos constantemente pero que no somos capaces de alcanzar.

El ritmo, el sonido, la melodía o cualquiera de las organizaciones musicales existentes lo que hacen no es más que entregarnos un orden, otorgarnos seguridad, es la repetición la que nos tranquiliza frente a aquello que nos es totalmente desconocido. Es por eso que la música es tan extraña y tan familiar al mismo tiempo, y es por eso también que posee la capacidad de agradarnos o desagradarnos simultáneamente.

El ojo nos ha jugado en contra, o más que eso, el ojo ha sido sobre explotado y sobrevalorado, nos acostumbramos a su técnica eficaz e inmediata, y decidimos dejar de lado lo demás, la sensación más que la percepción, eso que nos hace ser humanos, dejamos de lado todos esos atajos que nos permiten activar diversas zonas en nuestro cerebro, la memoria por ejemplo, y por lo tanto utilizarlo y desarrollarlo más, y no sólo me refiero a esto del movimiento y lo sonoro, si no que a todo lo que rodea la emocionalidad, los roces, los olores, la fluidez de los movimientos, nuestros espasmos musculares, los orgasmos, la comida, los sabores, las texturas, todas las sensaciones que son más placenteras para el cuerpo humano, considerando también que este cuerpo esta biológicamente equipado para la sensación y que estamos llenos de neuroreceptores. Nuestro amplio órgano cutáneo recibe todo tipo de información, desde las vibraciones de la tierra, el roce del aire en movimiento, los cuerpos a nuestro alrededor, hasta las sensaciones de nuestro interior, los movimientos intestinales, las ganas de orinar, la sensación de frío. Todo esto produce o posee su propia sonoridad, no somos sin ella, nos acompaña constantemente, aunque no tuviéramos la capacidad de oír, siempre está el movimiento, y el movimiento en sí es sonoridad, como las cuerdas que vibran y producen el sonido de la guitarra, el piano, el violín, la viola, el violón chelo, etc., como el aire que atraviesa las lengüetas de madera y las hace vibrar generando el sonido del saxofón, del clarinete, del fagot o del oboe. Para que menciono todo esto, tan solo para proponer y mostrarme a mí misma que lo que siempre pensé que era sonido porque sí, que existía en sí mismo, no es más que la conexión de diferentes cuerpos, de distintas dimensiones, y aún más, que el sonido es una variación constante, que en ocasiones logramos percibir a nivel auditivo y otras no, pero que ciertamente percibimos constantemente a nivel sensorial, aunque esas vibraciones se entrelacen con las propias de nuestro cuerpo, lo que al final resulta en una variación que penetra en cada fibra, que nuestro cuerpo es una composición de los movimientos y sus sonidos. Basta con vernos en nuestra naturaleza más básica, en nuestras necesidades sexuales, necesitamos el tacto, el roce, la vibración, el sonido de los cuerpos, de la sangre fluyendo de manera súbita por hasta la más mínima vena, el más pequeño vaso capilar, necesitamos la conexión, la naturaleza nos ha creado con ella y con el tiempo nos hemos encargado de cortarla y olvidarla. Olvidamos que somos uno, primero con nuestra madre, que traemos una milésima de nuestro padre, y que a través de ambos arrastramos milésimas de todos aquellos que estuvieron antes que nosotros, estamos unidos por todo a todo, a todos, nada en el universo es más importante que esa conexión.

El sonido nos entrega una salida del tiempo y del espacio, una fuga, y de alguna manera se comporta como el inconciente lo hace para el psicoanálisis, es algo que nunca sabremos de lo que se trata, una cosa que tenemos de alguna manera y que hemos logrado localizar, y que pensamos que es nuestra, cuando la verdad es que siempre ha estado ahí, eterna, moviéndose entre tiempos, contratiempos, a tiempos y escabulléndose en los contextos, en las culturas. Repitiéndose entre las creaciones del ser, jugando a que es nueva y ha sido descubierta, mas ésta siempre retorna y vuelve a lo que en un principio debió ser o más bien se regenera, saca lo ya desgastado para traer lo nuevo como lo hace el rizoma, haciendo así cada vez más fuertes sus extensiones, las conexiones que le permiten comunicarse con el todo. La música se desterritorializa y junto con ella nosotros, los escuchas, los vibratos a los cuales atraviesa y afecta, remece y transforma, para luego reterritorializarnos, para hallar e identificarnos con algo nuevo, algo que nos hace sentir nosotros mismos aunque nunca estemos seguros de qué o quiénes somos como cuando recién estamos siendo en el vientre materno, y esto, esto es algo que es absolutamente característico de la superioridad del sonido, y más que eso, de la conexión que logramos como seres humanos con éste, ya que el pensamiento moderno nos ha alejado del territorio, ahora vivimos en lo abstracto, no tocamos el suelo, queremos saber y explicar todo mediante aquello que en verdad no está, es hora de volver a nuestro territorio, es hora de tener nuestro ritornelo. Gracias al ritornelo obtenemos el aprendizaje, la experiencia, aquello que se graba en nuestras memorias y no se va, nos permite ser nosotros y reconocernos como tales, nos permite sentir, amar, sin el ritornelo seríamos como enfermos de alzhaimer, y creo que aún así nos volveríamos multiplicidad, un rizoma en nosotros mismos.

Si la música es el lenguaje de los sentimientos, pues considero que somos seres intrínsecamente musicales, y que esto es una condición del ser, que inclusive nuestro lenguaje esta basado en los sonidos, es un lenguaje musical, pero que de alguna manera nuestros sentidos tanto auditivos como táctiles, o todos aquellos que puedan percibir la sonoridad y su vibración, han perdido su habilidad sensitiva y perceptiva, o se han elevado demasiado nuestros umbrales, ya que hemos olvidado como oír, como escuchar, y más bien nos hemos enfocado en el ver, en eso que aparece de manera inmediata y que no es para nada difícil de descifrar.

Somos un intermezzo entre las vibraciones y los sonidos de todo, de todos, hacemos puente entre unos y otros, somos la conexión, el plug in y plug out, como siempre lo hemos sido pero que la modernidad con su frialdad ha borrado de nuestra naturaleza criándonos individuales y ensimismados, limitando nuestras capacidades, destruyendo nuestra manera de percibir el mundo, contribuyendo a nuestra severa amnesia de cómo percibir, especializando aquello que deberíamos hacer con todos los sentidos, con todo el cuerpo, con los cuerpos contiguos, esos que se han vuelto extraños y ajenos, cuerpos que ahora representa un secreto, algo oculto de lo que nunca ya podremos hablar. Es hora de regresar al origen, es tiempo de salir de la estructura, de fugarnos de lo establecido y fundirnos en lo sonoro, en lo perceptivo, en la vibración, es tiempo de retomar la conexión, con los otros, con el caos, a ver si en una de esas a lo mejor dejamos de sentirnos arrojados y aislados en este diminuto punto en medio del universo.

martes, 14 de diciembre de 2010

Un extraño que me extraña...

Se que en alguna vida esta aquello que siento que me extraña y que me busca
Se que en algún lugar alguien también siente que yo lo extraño
Y ansia con encontrarnos
Con sentir el aroma que se arma cuando estamos los dos
Lo se con certeza
Por eso aun mi esperanza no muere
Por que cuento con eso
Mantengo el sentimiento
La esperanza
El creer
Aunque sea una de las pocas cosas ke me kedan
Quiero estar aqui cuando ese momento me encuentre
No quiero estar preparada
No quiero tener el control de nada
Solo quiero que aquello sea como deba ser
Como no lo he imaginado jamas.

viernes, 19 de noviembre de 2010

En días como este...

En días como hoy detesto sentir como siento, me carga ser como soy, y no deseo estar más.
No es la primera vez, me pasa bastante seguido, y aún así continúo levantándome todas las mañanas con la esperanza de que algo de lo que soy me sirva para sentirme mejor en este mudo del cual me siento tan aparte, tan ajena, tan extraña.
Imagino llegar alguna vez a ser nada, a transformarme, mutar en algo mejor, abrir mi conciencia, comprender todo de manera más abierta, más serena. Continúo en esa espera, siempre con la esperanza, y sólo espero que esa esperanza no termine, no se acabe, que pueda despertar mañana sintiendo que lo que sentí hoy ya es parte de lo que pasó y que puedo seguir mirando hacia adelante.
Mantengo la esperanza, me pego a la constancia a lo que tengo que terminar de hacer. Aún no puedo hacer algo que he querido, no puedo solo ser yo sin pensar que eso me perjudicará de alguna manera, y creo que por eso me extraño constantemente, como si me hubiera conocido y me hubiera perdido, y me estuviera buscando cada vez que me extraño, eso es lo más extraño, estoy aquí y aun necesito saber de mi, necesito saber que solo con migo podré en algún momento ser feliz... aunque aún no se lo que eso significa.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Cable a tierra en inversa...

Estoy harta de pensar la vida, de tener que adelantarme constantemente a lo que sucederá, a planear y planificar todo hasta el mínimo detalle, la verdad es que tan minuciosa no soy, pero si muy estructurada. No hay momento en el dia en el que deje de pensar en todo, siempre hay algo rascando mi cabeza desde adentro, punzando, gritando, dejandome sorda, llenando todo mi pensar. Es como una lluvia constante en mi cabeza, que no me permite siquiera disfrutar, necesito desconectarme, desaparecer, ansío encontrar y aprender esa técnica y no olvidarla jamás, necesito sentirme distinta, me aterra pensar en el horizonte y que no habrá nada cuando llegue allí, maldita seguridad. Necesito... necesito un cable a tierra en inversa, que me lleve fuera de esta tierra.

domingo, 10 de octubre de 2010

Buscando la pertenencia

Si, es cierto que nos han vendido durante muchos años la pomá de que existe un amor "verdadero" y que se siente solo una vez en la vida, como los rayos que con cueva pegan en una persona y jamás dos veces, y yo creyendo que esto es cierto, y que al final todos los encuentros amorosos se pueden vivir de diferentes maneras en la manera que se disfruten y que hagan crecer tu corazón. Aún siendo todo esto cierto, sigo sintiendo que en algún momento de mi existencia encontraré a alguien que no solo busque lo de afuera como primera instancia, que le interese lo que pienso, lo que siento, que se permita comunicarse sin remordimientos, y que encuentre en mi compañía esporádica e indistinta, lo mejor del universo, y que quiera conservar aquello por el tiempo que tenga que durar, respetando y a la vez amando la diferencia, eso que nos hace particulares e inigualables en esta tierra, eso que nos identifica como nosotros.
Creo que es un poco dificultoso salir  de la creencia, de pensar que hay algo ahí detrás, que nos espera que está en algún lugar preguntándose las mismas cosas, pensando en arreglar de alguna manera el mundo como todos los días lo hago yo, buscando un otro que comparta aquello que nos compartimos a nosotros mismos constante e incansablemente.
Hasta que ese día llegue, no dejare de esperar y de pensar que aunque todo está perdido, hay un lugar al cual pertenezco.

viernes, 21 de mayo de 2010

Desaparecer...

En algún momento de la vida han pensado en dejar de existir, por alguna razón, no hablo de morir, sino solo de desaparecer, de dejar de estar en este espacio tiempo que se nos ha impuesto. En incontables ocasiones he deseado tener el control de aquellos momentos de descontrol, de aquellos dulces momentos que se me fueron volando, que pasaron tan rápido que solo alcance a sentirlos luego de haberlos vivido, como si hubiera estado sedada en la experiencia y no me hubiera percatado de lo sucedido.